miércoles, 6 de enero de 2016

Congelar óvulos, un camino para retrasar las manecillas del reloj biológico


Me pregunto si todas las mujeres serán conscientes de que una vez atravesado el umbral de los 30 la biología se modifica silenciosamente sin que se note necesariamente a nivel físico. El sistema endocrino comienza a experimentar cambios paulatinos que impactan en mayor o menos grado sobre el sistema reproductivo. Y es que la hipófisis que es la glándula responsable de enviar las señales para que el ovario ovule –a través de la selección del huevito más óptimo para ser fecundado- comienza a decrecer, al mismo tiempo que la reserva ovárica.

Esto es lo que me ocurrió a mi, totalmente ignorante de que mi genética tenía las horas contadas desde que dejé atrás mi segunda década.

Evidentemente cada mujer tiene sus tiempos, algunas entran a la menopausia a temprana edad y otras tienen la fortuna de abrazarla recién a los cincuenta. En cualquier caso, el hecho es que el cuerpo está genéticamente programado y esto es algo que se escapa de nuestro control. Así es que nada sabe de proyectos personales, tiempos para reconstruir una vida afectiva, encontrar la pareja adecuada, ni mucho menos de esperar hasta descubrir si es efectivamente la maternidad el camino que se quiere seguir.

Mi historia en materia de infertilidad parte cuando a los 32 quise quedar embarazada y fue imposible pese a innumerables tratamientos que realicé en las mejores clínicas del país. Con el tiempo y tras indagar por primera vez en la historia de mi familia, descubrí que tanto por el lado de mi abuela materna como paterna, la menopausia se instaló en los albores de los 40 años. Sin embargo, las mujeres de aquella época se embarazaban a partir de los 18 y si es que no antes, razón por la cual una vez cumplidos los treinta, las familias se encontraban prácticamente constituidas. 

Mi madre todavía me recrimina cómo no me puse las pilas a los 25, tal como ella me advertía y yo le contesto entre risas “qué quiere que haga si en esa época no aparecía nadie… ni siquiera alguno que me moviera el piso”. Y analizando hacia atrás: A cuántas amigas les pasó que después de años de estar en el mercado sin encontrar ninguna pareja que valiera la pena, justo cuando se resignaban a la idea de que la soltería sería su realidad, conocieron accidentalmente al que sería su compañero. Entonces se pusieron a pololear, se comprometieron y se casaron en menos de un año para “ponerse en campaña“ y lograr el ansiado embarazo, lo antes posible.

Pero para bien o para mal, yo no corrí la misma suerte. Sin un candidato con el que pudiera proyectarme difícilmente se me atravesaría la idea de tener un hijo. Durante todos los años que estuve soltera –y que por cierto fueron muchos- no conocí hombre como para aventurarme en tal expedición. Y tampoco es que sea una mujer muy exigente o caprichosa. O por lo menos eso creo.

Hay días en los que pienso que quizás sí debería haberme lanzado a la piscina y salir adelante como mamá soltera. Tengo un par de conocidas que así lo hicieron tras darse cuenta que la búsqueda del compañero ideal se hacía cada vez más infructuosa. Sin embargo, claramente nunca tuve la motivación de hacerlo y hoy tampoco es algo de lo que me arrepienta verdaderamente. Quizás valoro más mi independencia por sobre todas las cosas.

¿Pero será que todas queremos lo mismo?…Yo por aquel entonces tenía otras necesidades escritas en mi agenda de prioridades, como por ejemplo, entrenar durante un año para correr mi primer maratón, viajar por el Sudeste asiático, certificarme como coach ontológico y vivir en un país de habla inglesa para aprender el idioma y relacionarme con personas de diferentes culturas.

En nuestros tiempos las mujeres como yo tenemos aspiraciones tan diversas como habitantes hay en el mundo y que van mucho más allá del fin último de convertirse en madres. En mi experiencia siempre quise sacar mi carrera, continuar estudiando, trabajar en una empresa grande para desarrollarme dentro y fuera del país, enamorarme varias veces, despilfarrar algunos meses todo mi dinero en ropa, convivir, levantarme tarde todos los días que pueda, tener una gata y viajar por el mundo.

Como sea el caso, lo cierto es que la libertad que hoy tenemos como género nos abre un abanico infinito de posibilidades que para nuestras mujeres ancestrales eran prácticamente impensables. Esto que antes estaba escrito sólo en el libreto masculino, hoy se abre para nosotras también.

Quizás lo que sí me arrepiento hoy es no haber aprovechado los avances de la ciencia antes, por pura ignorancia. Sólo cuando me enfrenté a mi infertilidad, descubrí que existen diferentes técnicas y estudios para determinar si una mujer cuenta con un pool de huevos suficiente para cuando atraviese el umbral de su tercera década.  Así encontramos el recuento de folículos, reacción ante estimulantes, entre otros métodos para determinar las probabilidades de embarazo futuro. Uno de los más utilizados actualmente en la medicina reproductiva es el test de AMH que mide el nivel de la hormona antimülleriana liberada por ovarios y que determina tanto la cantidad como la calidad de los óvulos.

En los casos de reserva ovárica descendida, probablemente la alternativa de congelar óvulos para más adelante sea una solución inteligente y precavida. Así se elimina de la lista de las preocupaciones el fantasma de la maternidad que ronda en silencio o a viva voz –según el caso- a cada mujer que pasa cierta edad. Yo estuve años con rabia por no haberme enterado antes de que tenía esta posibilidad a la mano ¡Cómo fue posible que nadie me dijera nada!

 Por suerte ya solté este tema y renuncié a la idea de ser madre para abrigar otros proyectos que me llenan plenamente. Pero me motiva el poder compartir esta experiencia para incentivar a que otras mujeres que estén a tiempo puedan tomar sus resguardos y decidir lo que quieren hacer de sus vidas sin que se les pase el bendito tren.


Si se trata de vivir la vida con plena facultad para decidir por aquello que realmente soñamos hacer, lo que nos apasiona y que sin dudas se encuentra antes de convertirnos en madre. Quizás el hacerse estudios y congelar para más adelante sea una buena alternativa a considerar. Si hoy se puede, invito a todas aquellas que les haga sentido, a ejercer estas nuevas posibilidades y a atreverse a dar el paso para diseñar la vida con la mayor libertad posible. 

10 comentarios:

  1. Me hace mucho sentido. Te agradezco la reflexión.

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  2. Es muy bueno hablar de estos temas. Y tampoco nadie tiene la bola mágica para adivinar el futuro. Se hace sobre la marcha.

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  3. Es muy bueno hablar de estos temas. Y tampoco nadie tiene la bola mágica para adivinar el futuro. Se hace sobre la marcha.

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  4. Totalmente de acuerdo. Vos los congelas y despues podes ser madre cuando te sientas madura para poder dar el paso. Muy valioso.

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  6. Bella reflexión Vito, te dejo mi aporte al tema en este link http://entallapeque.blogspot.com/2016/01/maternidad-tardia.html?spref=tw

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  7. Muchas gracias! Excelente reflexión Dani. Te veo en la semana. Besos.

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  8. excelente reflexion, no todas queremos ser madres aun, o quizas nunca, pero es distinto la realidad impuesta a la escogida o planificada por la biologia, con quien no podemos tranzar

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  9. Totalmente de acuerdo. Es una gran posibilidad la que se ha abierto para las mujeres al poder decidir cuando...

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  10. Interesante tanto para hombres como para mujeres

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